Palabras más, palabras menos, pero al fin Chile se quita de encimas un par de vestigios productos de la era de aquel flamante muchachón llamado Augusto. Justicia electoral, algo con que no congeniaba mucho Don Augusto, pero que Bachelet en un intento no tan radical, pero decente logra cancelar el sistema binominal donde que solos los partidos grandes tenían una ventaja bárbara sobre las minorías. Ahora con la nueva reforma los partidos pequeños no tienen la necesidad de aliarse para tener el ranking popular para alcanzar curules en el Congreso. Aunque vale mucho eso, lo mejor de las reformas de Michelle fue que la mercantilización de la educación publica será un aspecto del pasado. En el 2016, año en que se deroga la educación del lucro por la educación gratuita, los chilenos van experimentar la oportunidad, independientemente de su clase social, de un verdadero acceso universal y justo a lo que es la educación superior.
La educación de un país, siempre debe estar en el tope de las prioridades de cualquier gobierno serio, porque aun cuando América Latina ha tenido un crecimiento económico sostenido no ha podido cimentar ese progreso de manera palpable y adecuada en la inversión en la pedagogía. Más allá de la pedagogía, está la parte de lo tecnológico y científico, algo en que los gobiernos no han puesto tanta atención como lo hacen a diario para criticar los asuntos del otro. Chile hace un avance con estas dos reformas, pero aún falta mucho para acelerar el proceso contra la desigualdad, algo que no se limita a Salud, educación y economía, es un elemento que involucra la oportunidad suprema de ser ciudadanos de primera clase en una sociedad que valore los derechos fundamentales que fomentan la buena calidad de vida.
Es cool tener crecimiento económico, pero con un país con un promedio salarial mensual de $450, no es tan admirable tal ecuación desequilibrada. Chile sigue siendo uno de los países más desiguales de América Latina y a pesar de reducir la pobreza se queda estancado en disminuir la concertación de la riqueza entre los ricos y pobres.
Muy poco se lograra si no se elimina la constitución actual, que fue redactada con las manos del engendro de General, que todavía hoy hay políticos que tienen la bravura de elogiarlo por su carácter. La verdadera reforma que va acelerar la injusticia chilena, será cuando el Gobierno se deje de paños tibios y traiga la buena nueva de que va a hilvanar una nueva constitución donde el pueblo tenga voz y voto, para así ponerle punto final al letargo de la barbarie producida por aquel infame dictador.