
En momentos que Europa pide más integración tras la salida del Brexit acá en el Nuevo Mundo siguen las discusiones y debates entre las fuerzas políticas sobre qué forma de unión es la adecuada para América Latina.
Reuniones que con el pasar del tiempo han ido de serias a puras convenciones de discursos y pura demagogia política. Y que no mejor ejemplo que las más de 5 organizaciones destinadas a incrementar la cooperación económica y social entre los países latinos. Cuando vemos al Mercosur se visualiza un grupo de países mas divididos que una camisa de cuadros. Ahora que Maduro anuncia que presidirá el organismo, tenemos a Paraguay y Argentina negando la legitimidad de Venezuela como miembro y aluden a su situación actual como otra razón para evitar el traspaso de la presidencia pro tempore. Más allá de este debate, lo que ocurre aquí es el resultado de un cambio de poderes que le ha virado la tortilla a la izquierda. Antes todo era color de rosa en el Mercosur, pero con las victorias de Macri en Argentina, el cambio en Brasil y la postura de Cartes en Paraguay vemos que la derecha ya está recuperando poder en la toma de decisiones.
Si bien es cierto que ambos lados tienen sus argumentos, lo claro es que para la integración es inobjetable la diversidad, aun cuando muchos lo consideren incompatible. El poder político y su desenvolvimiento siempre estarán presente en los procesos de cambios. Es más para decirlo más claro es casi un pecado no decir que para que haya integración es necesario voluntad del Aparato Ideológico del Estado y claro esta de la institución que ha de representar el Gobierno.
En vez de servirle a los ciudadanos como algo útil, muchos de estos organismos se han convertidos más en un club de amigos que se reúnen para dar discursos y opiniones sobre lo que ocurre en la región y en el mundo. Es inadmisible pensar que una zona tan heterogénea como la europea haya sido capaz de forjar un bloque político y económico como la Unión Europea. Mientras que en Occidente aún no tiene ni idea de lo que quieren hacer. No estoy hablando de que la integración es la panacea de la desigualdad o que hay que emular la arquitectura financiera de la zona Euro. Lo que intento plantear es sobre la importancia que tiene para los ciudadanos latinoamericanos el hecho de que existen grupos llamados a ser base para la unidad y que en realidad no se han contestado las preguntas ¿Para qué se quiero una integración y porque es beneficiosa para los pueblos?
Una vez se respondan esas interrogantes veremos un mejor funcionamiento del proceso de unidad. Crear algo sin objetivos ni tácticas para lograrlos es como pensar en ir de compras sin dinero. Cuando la palabra eficiencia está de moda, es prácticamente su desuso lo que ha parido la debacle accionar de estos organismos.
Otro asunto importante es que el comercio interno entre nuestros países no es uno tan cooperativo como muchos quieren hacernos creer con esas fotos de las cumbres. Y ni hablar cuando en vez de beneficiar a los de abajo se hace más acaudalados los grandes capitales.
La pieza más importante que tiene el proceso de unidad es que los latinoamericanos se hagan sentir parte integral y que vean con acciones los beneficios reales de que su país comparta un pacto regional con el resto de sus vecinos. Los clubes de amigos pueden dejarse para el campo de golf, pero si de veras quiere emular las frases de los libertadores que tanto se afanan en abusar, es necesario dejar la hipocresía y empezar a pensar más allá de su burbuja.