Una luz de regocijo inyectada de esperanza impulsó los corazones de muchos colombianos que vieron como el pasado miércoles las FARC-EP y el gobierno del presidente Juan Manuel Santos estrecharon manos como símbolo de que ya hay fecha para concretar la firma del acuerdo de paz. Las víctimas del conflicto armado tuvieron que sentir algo de justicia al fin,no por el hecho de que habrán penas de cárcel para los muchachos de la guerrilla, sino por que el fin de las armas producirá menos desplazamientos.
La paz no es un elemento abstracto ,es imprescindible que para que exista debe premiarse el diálogo concienzudo de dos partes totalmente diferentes en materia política. Mas que la ausencia de violencia o guerra la paz es un vuelo largo que tiene escalas duraderas y pasajeras ,las primeras apuestan a tener un clima de una buena seguridad social y el gobierno de mayorías ,mientras que la otra es producto del marketing que dibuja palomitas sin conocer su realidad. El acuerdo le daría oportunidad a las FARC de tener su propio partido político para así empezar a cambiar balas por votos,aunque habrá que esperar si los colombianos deciden apoyarlos electoralmente . Aquí está presentado una idea que no está lejos de la integración universal de las diversas formas ideológicas de ir a la democracia como refugio único en la deliberación de sus ideas. Las armas perdieron, no porque hubo un desarme voluntario de ambas partes sino porque la actualidad política de América Latina nos ofrece ejemplos de como ex guerilleros han dejado el clandestinaje para someter al juicio democrático. Vemos en Dilma y el Pepe dos claros reflejos de que vale la pena irse por el lado menos violento al poder . No hay dudas que las FARC tendrá que ponerse la chaqueta de partido,para ganar la guerra por el poder.
Santos se apunta un punto en una jugada bastante arriesgada para su capital político. Más allá de las molestias de Uribe con los diálogos, el presidente enfrenta el reto de seguir con la ruta de la paz social, un renglón que afecta gravemente a millones de colombianos. Hablar de paz social es caerle sin pelos en la lengua a la desigualdad que divide económicamente al País. No podemos sólo aplaudir la fotito de Timochenko y Santos sin dejar claro que esa paz es solo un pequeño paso hacia la gesta que debe emprender el Estado por llevar el presunto gran desarrollo económico a los sectores más vulnerables que cada día piden una dosis de respeto institucional.
El acuerdo propone algo de esperanza, pero aún falta el ELN para que Colombia llegue a un estado donde la insurgencia militar se traslade al guiso de la política. Al final la hipocresía no puede triunfar sobre la necesidad de diálogo en un momento histórico que América Latina recoge de Colombia, la foto del eventual acuerdo pasa de ser ilusión a un reflejo exacto de la división ideológica que vive nuestra región.