La polίtica de la evasión, puede ser muy fácil de hacer, pero tiene consecuencias que conllevan difíciles situaciones por vivir. No se necesita tener sabiduría científica para saber que el cambio climático es una realidad innegable de nuestro mundo. Los constantes cambios de temperatura, el derretimiento acelerado de los glaciares o el agravamiento de fenómenos como El Niño nos dan una dosis de lo que puede ocurrir si seguimos siendo meros espectadores ante tal tragedia. La cuestión no es ambiental, es un asunto político que solo puede ser atacado con políticas publicas serias que logren subvertir la mentalidad evasiva por una impulsiva. Pero ya sabemos, que para llegar a tal decisión, hay que meterle mano a los grandes intereses que se codean con los gobernantes, como si fueran su más íntimas musas. Claro está, es innegable que las grandes compañías petroleras y amasadas de los gases invernaderos van a tener recelos contra cualquier medida profunda hacia el cambio climático.
No podemos obviar de que si hay sequia no hay agricultura sólida, de hecho países como Guatemala y Bolivia podrían perder una parte significativa de su PIB si la merma del agua sigue en alzada. Siendo la energía hidráulica un sector preponderante para Bolivia, su nivel de producción ha venido de más a menos. Es palpable que lo climático va con lo económico, y por ende sería una ineptitud no plantear el dilema ambiental como uno político. No es un asunto entre liberales o conservadores es trascendental al planto de las tribus partidistas, es la coyuntura existencial que necesita de verdaderos líderes para al menos reducir los impactos negativos que conlleva el calentamiento del planeta. Hoy nos atormentamos por lo ocurrido en el olvidado Vanuatu, pero mañana puede ser cualquier isla del Caribe. Aquí no se trata de clichés ni de discursos bonitos, es la pura realidad que vivimos, los gobiernos de América Latina deben entender que para ser de verdad ejemplos del Sur deben empezar a defender la mano que les da de comer. La región tiene nexos de vulnerabilidad con las variaciones climáticas, es obvio que el Niño viene más fuerte que el año pasado, y no es porque ha crecido, sino porque la futilidad sistemática de los estados le ha dado rienda suelta para seguir creciendo. Lo real no deja de culpar a la política, pero aún falta mucho por encontrar a esos que dejen la hegemonía discursiva de la evasión por la difícil tarea de decir acción.