
Para los ilusos e incrédulos que creían que Donald Trump es una estrella fugaz hoy tienen que estar avergonzados de subestimar a un rival tan astuto. Aun cuando los republicanos siguen rezando porque el magnate no llegue a la cantidad de delegados necesarios para asegurar la nominación del partido. Ya hay un sector del establishment que no teme unirse a Trump para ir contra la ya casi nominada demócrata Hillary Clinton.
Pensar que la ex primera dama la tiene fácil es como aceptar que la liebre es más lenta que una tortuga. Todo puede ocurrir, desde un intento de Sanders de irse como independiente hasta la caída de Clinton por lo ocurrido en Benghazi.
El hombre del marketing ha logrado traducir su éxito en la política. Como amor a primera vista, las lentes de las televisoras transmiten sus discursos tan a menudo tal si fuera Obama. Muchos quieren buscar el porqué del éxito del frustrado constructor de murallas. Si de verdad queremos ir al meollo, entonces hay que analizar como el Partido Republicano ha decepcionado a sus militantes quienes estaban deseosos de ver acciones reales contra lo que ocurría en Washington.
Tras no sentirse satisfecho con el movimiento Tea Party, muchos electores de la derecha sintieron una desconfianza en la política. Y con la aparición de Trump, vieron un vivo ejemplo de un empresario con historial de obra y éxito. Dos cosas que no han percibido desde su línea ideológica.
El Populismo busca siempre ese objetivo que sirva como antagonista permanente. Washington como aparato de gobierno es más que perfecto para servir de base enemiga al movimiento de Trump. Sus ataques constantes a la forma de hacer cosas en Congreso y presidencia muestran su operativo de seguir desprestigiando todo lo que venga de ahí.
Y es que conservadores piden a gritos a un candidato ajeno a la política tradicional, quieren algo nuevo, cool, revolucionario, pero más allá de eso quieren a un hombre fuerte. Trump es la mayoría de eso. Con el boom de Bernie Sanders llenamos el apartado revolucionario.
Todos sabemos que si los demócratas jugaran tan justos como los republicanos hoy la carrera entre Hillary y el muchachón estaría más cerrada.
Te puede caer mal Mr. Trump, pero reconocerás que juega casi a la perfección todas sus cartas. Su forma de dominar la narrativa mediática y noticiosa, la manera en que une a voces distintas en su contra para luego darse a conocer como aquel que le tienen miedo porque es el que puede arreglar las cosas. Como constructor, lo ha hecho, y no hay dudas de sus rascacielos.
Hoy en el norte hay gente de a pie que lo ve así, porque ya poco le importa lo que digan medios y expertos. Están cansados de lo que es políticamente correcto. Para mas te cuento que el magnate esta a tres puntos de Clinton en una encuesta reciente.
Por más vueltas que le den los republicanos, Trump merece ser su candidato. No por gusto sino porque ha sido el candidato con más votos y delegados en la carrera primarista. Sabemos que este partido se enfrenta a un dilema existencial. Porque pase lo que pase la división es evidente y luego de Noviembre se podría debilitar sustancialmente el partido de Lincoln y Reagan.
Pronósticos hay y vendrán, pero no hay dudas de que Trump dejara una huella imborrable en la manera de hacer política. Clinton no las tiene fácil, esta erosionada y ella sabe que tendrá que convencer a muchos votantes de Don Bernie. En ambos lados habrá divisiones, pero vencerá quien sepa traer un mensaje de obra y no necesariamente del que sea políticamente correcto. La victoria demócrata no está asegurada, subestimar a Trump seria dormirse en las pajas y darle mayor gloria a una campaña hecha con puro marketing político.